Los primeros
carteles cinematográficos datan del último tercio del siglo XIX. Aprovechando
este avance, los hermanos Lumière se beneficiaron del uso del cartel para
acompañar sus primeras proyecciones. El diseño de estos se lo encargaban a H. Brispot, Abel Truchet y, sobre
todo, a Auzolle., autor que hizo probablemente el cartel más conocido
internacionalmente del momento.
A partir de ahí, y gracias a su
éxito, productoras como Pathé o Gaumont encargaron el diseño de los carteles a
personalidades conocidas, así como también a artesanos. En esos años, debido a
que lo que se preciaba era divulgar el cinematógrafo como tal, los carteles
publicitarios tenían por encima de todo la función de ilustrar el contenido de la proyección.
Muchas de estas pinturas –ya que
eran todavía pinturas y no carteles publicitarios propiamente dichos- se
convirtieron, con los años, en los grandes murales que poblarían las fachadas
de los cines. Los primeros carteles tenían en su composición una mezcla diversa
de elementos referentes a la película: fotos, textos escritos a mano, cuadros
horarios y frases publicitarias.
Más adelante es preciso recordar
carteles como los que la Gaumont encarga para la serie Fantomas, de Louis
Feuillade; o los de las películas de David W. Griffith, preparados por la
Biograph como, por ejemplo, Corazones del
mundo.
A todo esto se le añadía la marca
de la productora en cuestión, en uno de los ángulos del cartel, para darle
prestigio de cara al mercado internacional.
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